A MI MADRE, MUERTA .
Murió mi madre, ¡mi madre querida¡,
la que yo adoraba con
tierna efusión;
murió mi madre, ¿para
qué la vida
si no tiene el mundo
ninguna ilusión?
Ella formó mi alma, mi cuerpo
también;
mi infancia encauzó;
hombre me hizo ser;
ninguno pudiera
hacerme tal bien.
¿A quién en la tierra
puedo mas querer?
Ya por la senda del triste camino,
sin su compañía tengo
que seguir,
cual errabundo y
pobre peregrino
que teme y recela sin
saber donde ir.
Ya en vano acudo a su humilde
cripta,
donde de rodillas
imploro su amor;
pero no responde a mi
acción bendita;
todo el campanario
respira dolor.
Miro los cielos en noche serena
buscando a mi madre,
sin poderla hallar;
les pido que calmen
mi acerba pena;
mas se hallan mudos a
mi gran pesar.
¡Dolor del recuerdo, engañosa vida¡
¡Qué terrible
angustia causa así el vivir¡
¡Parte del mundo la
mujer querida
y no se halla en otra
alivio a sufrir¡
¿Dónde tú reposas, ¡oh madre
adorada¡,
que por ningún sitio
te puedo encontrar?
Si estás en el cielo,
madre venerada,
contigo allí siempre
yo quisiera estar.”
VENTURA NIETO VELOSO.
Tábara y diciembre,
de 1921.
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